Hablar de Juan Claudio
Cifuentes, “Cifu”, es
hacer referencia a una
enciclopedia andante de
la música jazz. Los 40
años en antena de su
programa ‘Jazz porque
sí’ demuestran que la
afición por la música no
es perecedera. Se puede
ser un “bicho raro” a la
vez que un icono del
jazz en España. Este
viernes se le rinde
homenaje en el San Juan
Evangelista, con algunas
de las primeras figuras
del jazz en España.
¿Cómo nace tu afición
por el jazz?
Por una razón
geográfica. Nací en
Francia y me crié allí.
En aquella época en
Francia se oía jazz, en
España, no. Era un
chaval que estaba en el
colegio, hablaba de jazz
con los compañeros, y
había jazz por la radio,
cosa que aquí no. Te
hablo de los años 40.
Lógicamente, cuando
volví a España, con 20
años volvía ya
contagiado, era un
aficionado fuerte.
¿Qué formación o
conocimientos se deben
tener para ser crítico
de jazz? ¿Se requieren
más conocimientos que
para cualquier otro tipo
de música?
Se puede considerar una
profesión. Crítico,
dices tú.
Sí, bueno, o periodista
especializado.
La especialización viene
simplemente con que no
dejes de tener
curiosidad infinita por
ir conociendo cada vez
más cosas. El jazz es
una historia en la que
tú entras y no se acaba
nunca. Está en evolución
permanente.
Yo no sé si eso es una
profesión, entre otras
cosas porque no lo
enseñan en ninguna
facultad. Te haces
especialista en jazz
porque te gusta, porque
tienes mucha afición,
porque devoras los
libros que pueden llegar
a tu alcance, te
escuchas todos los
discos que puedes
comprar –porque esto es
una afición francamente
cara-, te metes en ello
y vas acumulando datos a
lo largo de los años.
Hay gente que se hace
crítico. Yo, no.
Conseguí no hacerme
crítico de jazz, yo toda
mi vida me he
considerado
comentarista. Lo que
hago por la radio es
comentar todo lo que me
gusta, y lo que no me
gusta, no lo pongo. Y es
muy poco lo que no me
gusta. ¿Para qué me voy
a comprar un disco que
no me gusta para ponerlo
en la radio y decir:
“esto es malo”? ¿Qué
derecho tengo yo a decir
que eso es malo? A lo
mejor el músico es
buenísimo, sólo que el
problema está en mí y no
sintonizo con su
concepto de la música,
lo cual es muy
respetable.
¿Se puede vivir como
comentarista de jazz?
Malamente. Vivir no,
sobrevivir, al igual que
los músicos de jazz. Hay
que desplegarse por
donde puedas. Das
conferencias por ahí,
presentas conciertos…
Entre algunas cosas y
otras, consigues sacar
adelante tu casa, tus
hijos, la Universidad…
Como en mi caso, por
ejemplo, no hay que
jubilarse. Yo tenía que
haberme jubilado hace ya
muchos años, pero como
no soy autónomo, no me
jubilo. Hay que echar
todas las horas de radio
que puedas. Si solamente
fuera una a la semana,
en este momento estaría
pidiendo limosna por la
calle. La radio siempre
ha pagado una mierda,
excepto si te llamas
Jesús Hermida o Luis del
Olmo, que puede que
ganes. Cuando eres un
señor especializado, al
que tienen mucho cariño
y todo lo que tu
quieras, pero eres “el
loco del jazz” que está
en un rincón y tiene su
horita… La cosa no es
efectivamente muy
brillante.
Respecto a comentaristas
de pop o de rock, ¿está
el jazz al mismo nivel
en cuanto a remuneración
económica y
reconocimiento?
Supongo que sí. Los que
escriben, por ejemplo,
en El País, tanto al de
jazz como al de pop, no
creo que les den mucho
dinero. Yo he hablado de
radio, pero no te digo
nada en prensa. Mi buen
amigo Javier de Cambra
sobrevive con una
sección fija en La
Razón, pero eso no le da
para pagar todas sus
facturas, tiene que
hacer otras cosas. No te
creas que ser crítico
musical en este país da
para comer. No es
ninguna gloria,
simplemente afición pura
y dura.
¿Crees que tiene cierto
prestigio social ser
comentarista de música?
Te miran raro,
simpáticamente, como a
un bicho raro, porque
tienes una afición que
no tienen, porque no te
gusta el fútbol,
porque…yo que sé. Me
gusta oír música. Y,
además, no te creas que
solamente jazz. Si miras
mi discoteca te
encontrarás un montón de
discos de música clásica
y de los Beatles, Bob
Dylan, Crosby, Stills&Nash…
Me gusta toda la buena
música. Me he
especializado en jazz
porque me he dado cuenta
de que estás con la
ventaja de opinar sobre
algo de lo que sabes que
poca gente tiene
opinión. Es bonito
enseñarle a la gente y
decir “vente”, porque el
jazz no muerde, no
produce colesterol. Eres
un referente para un
sector que está en tu
rollo.
¿Cómo es tu rutina
profesional?
La radio va de forma
curiosa, porque tengo un
par de días asignados a
la semana para grabar.
Entre otras cosas,
porque el programa va a
una hora a la que, como
ya se han terminado los
turnos, después de las
12 de la noche no hay
técnico. Hay que dejarlo
grabado por narices. Me
molesta mucho porque
prefiero el directo,
pero el jazz nunca va en
prime time. En prime
time van las óperas, las
grandes sinfonías… Eso
sí, en Radio 3 de
momento lo tengo en
directo, porque voy
fines de semana de 14 a
15. Cuando todo el mundo
está comiendo, tengo yo
el programa.
Eso hace que haya días
en los que no tenga que
ir a la radio. Me
levanto y me pongo a
preparar programas y lo
que voy a grabar. A
veces, incluso tomo mis
comentarios en un
papelito, de “fijaros en
el solo de contrabajo
que hace nosequién, y
cuando entra el saxo
cómo le acompaña el
batería”. Esas chorradas
que suelo decir, pero
que ayudan a la gente a
escuchar jazz y a
disfrutarlo.
Jazz porque sí cumplió
40 años el pasado marzo.
¿Cómo surgió lo de la
radio?
Un colega, un hombre
radiofónico –yo no tenía
nada que ver con la
radio, entonces
trabajaba en Hispavox-,
una mañana me llama y me
dice: “oye, acabo de
convencer a los
directores de que vamos
a abrir una FM
independiente, y tú ésta
misma noche tienes un
programa de jazz”.
Por aquella época no
existían FMs
independientes. La única
que tenía una
programación diferente
era Radio Madrid, que
era los 40 Principales.
Todas las demás en
España era lo mismo que
hacían en onda media que
lo pasaban por su
modulación de
frecuencias.
Convenció a los de Radio
Popular para hacer una
FM con programación
independiente, y mete a
un montón de tíos, que
no habían hecho radio.
Eso sí, cada uno de los
que entramos, unos
veintitantos, sabía muy
bien de lo que tenía que
hablar. Julio Ruiz, que
acaba de cumplir 40 años
en antena también,
especialista en pop
americano, empezó Disco
Grande. Al poco tiempo
entró Manolo Fernández
con su country; Gonzalo
García-Pelayo hacía un
programa de blues y de
flamenco…
¿En qué ámbitos interesa
el jazz? Ciudades, clase
social… ¿tiene un
público definido?
El jazz puede surgir en
cualquier sitio. Vas a
un concierto o un
festival y te encuentras
gente de lo más
pintoresca: desde
chavales jóvenes, punkys,
a padres con sus hijos…
Tengo un amigo que es
conductor de autobús.
Sabe un montón y es un
loco del jazz, y,
además, se va a los
festivales de Vitoria.
Entre los aficionados
puedo decir que están
varios ministros
antiguos, como García
Vargas, Ministro de
Sanidad y más tarde de
Defensa, en la época de
Felipe. O Enrique Barón,
que me contaba que me
escuchaba cuando estaba
terminando la carrera en
el colegio mayor. Tienes
de todo, desde ministros
hasta la típica señora
que te escribe, y te
dice: “soy ama de casa y
fundamentalista en jazz.
Desde Gijón”.
Desde el punto de vista
geográfico siempre son
ciudades. La primera es
Barcelona y luego
Madrid. Valencia también
es importante, en
Galicia se está moviendo
muchísimo el jazz y está
saliendo gente
buenísima. Lo curioso es
que San Sebastián y
Vitoria, que tienen dos
de los festivales más
antiguos de este país,
durante el resto del
año: ajo y agua.
¿Son los festivales
veraniegos la principal
vía de difusión del jazz
para alcanzar un público
más amplio?
Nunca he llegado a la
conclusión de que
ayudaran realmente. No
creo que enseñe jazz. La
afición se desarrolla
mucho más en los Clubs,
pero en este país los
clubs están muy mal.
Están saliendo
promociones muy buenas
de músicos de las
escuelas, pero luego no
hay circuito en el que
tocar.
Los festivales no salvan
para nada la
supervivencia del músico
español. Con tocar una
vez al año en un
festival no va a vivir.
Por eso te encuentras
con cantidad de músicos
españoles que acaban
tocando con artistas de
pop. O dan clase. Se van
creando profesores,
pero, como no se les da
oportunidad de ir
tocando por ahí, van
dando clase a los que
luego tendrán que
meterse en otra escuela…
Hemos hablado de las
capitales del jazz en
España, pero, ¿y de
Europa?
Para mí es París. Hay
muy buen jazz en todas
partes. Hay veintitantos
clubs y funcionan todos.
La vida cultural en
Francia es otra
historia, y los músicos
de jazz franceses tienen
sitios donde tocar por
todo el país.
¿Cuál es el papel del
San Juan Evangelista en
la historia del Jazz?
En España yo creo que es
fundamental. Si no
existiera el San Juan,
habría que inventarlo.
Su importancia traspasa
nuestras fronteras, y ha
sido posiblemente el
referente de la defensa
de la cultura en esta
ciudad durante muchos
años. Y esto con
problemas de subvención,
que cada vez hay menos
dinero…
¿Por qué Dave Holland ha
venido tantas veces
aquí? O gente como John
Scofield, que te dice
que es estupendo, que
suena de puta madre, y
el público bien… Se dan
cuenta de que aquí en
concierto hay una
receptividad estupenda.
Siempre dije que en una
determinada época, sobre
todo a finales de los
70, principios años 80,
en Madrid no había jazz
y el San Juan era la
última esperanza.
Todavía no existía el
Café Central, ni
Clamores, y aquí
entrabas y estaba Art
Blakey con los
Messengers, McCoy Tyner
y su trío, Dexter Gordon,
Tete Montoliú… Lujo
asiático. Mejor que en
Nueva York. Alejandro
[Reyes] trajo aquí media
historia del jazz en
aquella época. Y eso
gracias a que no se ha
bajado del burro nunca.
Testarudo y tozudo como
hay que serlo. Chapeau.
Un día a este hombre hay
que hacerle una estatua
enorme para siempre.
¿Conciertos del San Juan
que recuerdes muy
especialmente?
Muchos. Uno,
especialmente, donde
acabé sentado debajo del
piano. Estaba la sala a
tope y nos subimos al
escenario un montón de
tíos que no podíamos
sentarnos. Eran Art
Blakey y los Jazz
Messengers. Entonces
estaba Wynton Marsalis
tocando con Blakey, de
joven trompetista.
Otro, un trompetista muy
majo, Hannibal Peterson.
Éramos 6 en la sala.
Nadie se explica por
qué. No había fútbol, no
llovía… El tío salió al
escenario, vio que
éramos 6 y dijo:
“sentaros todos aquí
delante”. Se sentó con
las piernas colgando del
escenario y nos regaló
un concierto de quitarse
el sombrero.
Luego uno de mi buen
amigo, el batería Daniel
Humair, no solamente uno
de los mejores
bateristas de toda la
historia de este
continente, sino también
un tío con una
creatividad especial.
Vino una vez con Michel
Portal y estaba haciendo
un solo de batería.
Entonces, hizo una
figura rítmica, se
volvió, cogió la cortina
negra que cae desde
arriba, e hizo con la
cortina el mismo ritmo
que había hecho con los
tambores. Se caía el San
Juan. Fue genial.
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